La educación emocional mejora la conducta en clase
El 70% de los alumnos asegura haber mejorado su comportamiento en el aula
Once de la mañana en el instituto Júlia Minguell, en el badalonense
barrio de Llefià, muy cerca del límite con Santa Coloma de Gramenet.
Oriol Julià, de 28 años y educador de la asociación SEER, se acerca al
patio y ojea las riñas, corrillos y juegos de los chavales. Al cabo de
una hora se dirige a la clase de 1º de ESO, que hoy dedica la hora de
tutoría a su taller sobre educación emocional. Los veintitantos
estudiantes, de unos doce años, están bastante alborotados. Sobre un 30%
son inmigrantes de primera generación, de segunda hay otros tantos. En
el pupitre más cercano a la puerta hay una chica con una disminución
severa, que recibe ayuda regular de una discreta auxiliar que entra y
sale del aula. Hablan todos a la vez, se mofan de alguna compañera, se
levantan cuando les viene en gusto y no permanecen atentos y callados
más de cinco segundos seguidos.
Oriol les propone dinámicas participativas sobre la relación entre
iguales. Hoy toca discutir sobre su rol individual en la clase y en el
mundo. “Arturo, haber interrumpido a Michelle, ¿os ha beneficiado o
perjudicado? Sé inteligente. ¿Tu o ella os sentiríais mejor o peor, sin
interrupciones constantes cuando habláis?”, les inquiere. Oriol les
habla de sentimientos y luego de decisiones: saber frenar los
sentimientos negativos y tomar las riendas de las propias acciones.
Apuntan en la pizarra los personajes que pueden interpretar durante los
cuatro años de la ESO: líder, querido/a, payaso-de-otros, buen
estudiante, matón/a, bromista… “Estáis en un curso muy importante,
podéis decidir cómo seréis vosotros y vuestro instituto”, les invita.
Mikel observa la sesión como ‘evaluador’ simbólico, ha regresado al
instituto tras abandonar los estudios en 2º de ESO.
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